
El 21 de mayo de 1851 se abolió la esclavitud en Colombia. En ese marco de celebraciones, hoy a las 11 de la mañana en la Casa de Nariño se le rendirá un merecido homenaje a Jacobo Pérez Escobar, autor de El Negro Robles y su época.
En este libro se condensa la biografía de Luis Antonio Robles, uno de los personajes más representativos del siglo XIX en su lucha por las negritudes, quien, además, fue el primer hombre negro que llegó al Congreso de la República.
El escritor Pérez Escobar también tuvo una memorable carrera política que le permitió ser secretario general de la Asamblea Nacional Constituyente en 1991, año en que se promulgó la Carta Magna que reconoció a los afrocolombianos mayor participación. Oriundo de Aracataca, Magdalena, siempre se inquietó por trabajar en pro de la igualdad no sólo de las negritudes sino de quienes no contaban con un espacio prioritario en la sociedad.
Desde muy joven se destacó académicamente, aptitud que lo llevó a estudiar en la Universidad Nacional de Colombia, donde se especializó en Derecho Laboral. Durante ese tiempo fue líder de la Asamblea Nacional Estudiantil, constituida por los consejos estudiantiles de todas las facultades. Justamente en una manifestación por la libertad de prensa en 1949, se enfrentó a las políticas del gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez (1946-1950). A la huelga se unieron los diarios El Espectador y El Tiempo, que fueron cerrados bajo la temible figura de la censura previa.
Luego, en el gobierno del también conservador Laureano Gómez (1950-1953), vio cómo las esperanzas de una representación ante el Estado, eran acabadas por el hecho de ser negro. “Gómez era racista y simpatizante de los nazis. Reformó la ley y estableció que la representación que tenían los estudiantes en los consejos directivos de las facultades se haría por nota”. Pero el destino favoreció a Pérez Escobar. “Yo era uno de los mejores estudiantes de derecho en la Universidad Nacional (1951) y me gané el ‘grado de honor’ que me llevó a que me dieran una beca en el exterior”. Con ello demostró que la tan marcada discriminación se tuvo que dejar a un lado obligadamente para darle paso democrático a la justicia. Allí obtuvo el grado de Doctor de Derecho en la Universidad de París.
Estos son apenas unos cuantos pincelazos de una gran obra que aún no termina. “Yo nunca he trabajado o he hecho política sólo por las negritudes, sino por los colombianos. Por los necesitados del país”, añade. Hoy, durante la mención, recordará cómo no fue el único que padeció la discriminación en carne propia. “Cargar ladrillos era fácil, pero había ciertos cargos que no se los daban a los negros”, concluye.
También evocará uno de los momentos más importantes de la vida de Robles, cuando un día de 1876, ya siendo Representante a la Cámara, un parlamentario se refirió a él despectivamente por su color de piel. Entonces Robles respondió con la inmortalizada frase: “Esta sangre, la misma de mi raza, sirvió también en la guerra magna para fecundar el árbol de la libertad: en la obra de la independencia ni la sangre de los negros escaseó, ni los blancos la hubieran repudiado como innecesaria. Sí, pertenezco a la raza redimida por la República, y mi deber es servirle a la que volvió pedazos el yugo secular”.
Otros de los personajes distintivos del siglo XIX fueron el Almirante José Prudencio Padilla y el poeta Candelario Obeso. El primero nacido en Riohacha en 1784, guerrero de las costas marítimas del país al ser el organizador de las primeras operaciones en el Mar Caribe. Fundador de la Armada Nacional y fiel combatiente de Simón Bolívar en la expedición libertadora de 1816. Fue traicionado por sus compañeros y fusilado en la Plaza de la Constitución (hoy Plaza de Bolívar).
Por su parte Obeso, hijo de un abogado liberal y una lavandera en 1849, comenzó a divulgar en la mente de muchos la llamada corriente de ‘poesía negra’. Fue también militar, ingeniero, periodista y educador. Sus artículos cuestionaban la política colombiana de la época y tradujo el Othelo de Shakespeare. Su vida se extinguió el 3 de junio de 1884 a causa de una herida de bala, sobre la cual algunos dicen que fue accidental y otros, suicidio.
La memoria de muchos más hombres perdurará en la historia de esta nación, aquella que un día los juzgó por su tez, pero que hoy les rinde un homenaje, 158 años después de la declaración que les permitió ser libres.
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