domingo, 22 de abril de 2012

Recuerdos del Colegio Sagrado Corazón de Jesus de Cúcuta




Existen en nuestra vida épocas que nos marcan y solo con el transcurrir de los años aprendemos a apreciar. La etapa del colegio es una de ellas. Recuerdo aquel 18 de noviembre de 1966 en que nos graduamos de bachilleres del colegio Lasallistas Sagrado Corazón de Jesús en Cúcuta. Parece que fue ayer, cuando salimos 45 muchachos con todo el ímpetu de la juventud, han pasado muchos años y ahora somos un grupo, digamos de adultos mayores, ya realizados y activos, pero con algo en común: los recuerdos que tenemos de nuestro colegio, que nos hace creer en verdad que todo tiempo pasado fue mejor, sentir, que tenemos una deuda con aquel período de nuestra adolescencia, en el que vivíamos confiados, desinformados, inocentes, optimistas y felices. Que tal vez esos fueron realmente los mejores años de nuestras vidas, pero no lo sabíamos entonces. Debido a esa característica de rebeldía, propia de la juventud, al salir del colegio sentimos algún rechazo, que hoy deploramos. Se dieron comentarios en ese momento tales como: “no comprendo que clase de utilidad nos reportaron esos 6 años de ¨vaganchillerato¨ que hicimos en ese centro de desorientación”, pero también se dieron otros a favor, como el que de nuestro grupo habían ingresado 12 alumnos a la Universidad Nacional, hecho que no sucedía en alguna promoción del Colegio, mínimo 8 años atrás.

Al repasar el listado de bachilleres, mis primeros recuerdos del colegio se remontan a dos años antes de comenzar a vivirlos. En el 59 cuando estaba interno en la Apostólica de Bochalema con Alvaro Coronel y en el año 1960 cuando estudiábamos Luis Fernando Maldonado, César Contreras, Carlos Ojeda, Luis Eduardo Bermúdez y Francisco Serrano, quinto elemental en el Colegio La Salle. Posteriormente, previo a un examen de admisión, ingresamos al Sagrado. El primer día recuerdo la presencia de algunos de los mencionados compañeros, también a mis primos Memo Toscano en mi curso y Manuel Bermúdez, ¨la pulga¨, que ya cursaba 5º bachillerato, los demás para mí eran unos desconocidos, pero sí recuerdo, en forma muy nítida, ese día por su condición, al cojo Amílcar Parada con sus muletas, con las cuales duró un par de años haciendo muchas patrañas porque él era de los más malos al punto que sus travesuras son inenarrables. Pero la amistad prende rápido en la niñez y al poco andar rompe el hielo y somos todos iguales y así comenzaba la aventura de aprender juntos.

Los Hermanos de la comunidad Domingo León (Chocolate), Alfredo (Pataepalo), Mauro, Miguel de La Salle, nuestro querido Hno. Gonzalo Daniel (Tachuelita), Arturo Monier, Elías, José Buenaventura (Caraeguayo), Eugenio, Eduardo, José Martín y José Gonzalo (caraecuervo), y los profesores Villasmil, Roncancio, Becerra (Chispas), Doña Gertrudis, Bonifacio Jaimes, Jesús Ramírez, don Ramón Higuera, Jaime Castro y Luis F. Peña (Peñita), son nombres que permanecen ligados a nuestra memoria colectiva, entendiendo que los apodos son parte del grato recuerdo. Siempre sentíamos su presencia y la tratamos primero con irreverencia, mas tarde con nostalgia y finalmente con reconocimiento y respeto al darnos cuenta del tremendo rol que habían jugado en nuestro desarrollo. Muchos de ellos ya partieron a un merecido descanso, pero dejaron en nosotros su legado que nos obliga a recordarlos y homenajearlos.
 
Durante esos maravillosos años vendrían las entradas temprano para la misa diaria y en ocasiones hacer de monaguillo; asistencia a dos jornadas de estudio (mañana y tarde), algunos haciendo recorridos a pie desde la casa al colegio de 20 cuadras o más como el caso de Alberto D´Pablo, Orlando Bustamante, Jaime Palacios y Fernando Matamoros desde los barrios Pescadero y Sevilla; un profesor distinto para cada materia y por año; los descansos de 10 minutos y los recreos de media hora; la asistencia a los desfiles y procesiones portando el uniforme de gala de saco y corbata a pleno sol, en medio del calor sofocante de Cúcuta, y otras veces con el uniforme de gimnasia de pantalón crema con la franela azul celeste lasallista, que nos diferenciaba del colegio La Salle por nuestro cordón trenzado amarillo, al compás de la Banda de Guerra dirigida por un alumno de último año, entre ellos Jorge Chaustre, Nicolás Rangel Colmenares, Roberto Calderón, Jaime Figueroa, Orlando Superlano y en nuestro caso fue Chucho Lamk , destacando los solos sostenidos de corneta de Alvaro Coronel.

Las travesuras propias de la niñez y la juventud como la de meter dentro del pupitre papeles prendidos y la víctima apuraba a apagarlo para que por el humo no se diera cuenta el profesor o el de colocar chinches de oficina en el taburete del compañero o cuando en el año 1962 unos compañeros de 2ºB encontraron una palomita recién muerta y la metieron en un trofeo de ´basketball´ que el curso había ganado, este trofeo estaba en una repisa encima del sitio donde se sentaba el profesor, a los días empezó a oler a mortecino hasta que el empleado del aseo descubrió el origen del mal olor, el hermano Miguel estuvo indagando sobre los autores de esa picardía pero nunca lo supo.

Los Centros Literarios con ¨Chispas¨, que sirvieron para descubrir talentos, sobresalieron como declamadores Amilcar Parada, Luifer Maldonado y Víctor Hugo Ballén, como músicos: el grupo musical conformado por Coronel, los González, Orlando Rivera, Hugo Espinosa y yo en ocasiones. La entrega de notas mensuales en el patio central de la Quinta Teresa, las izadas de banderas al lado de la piscina por los 3 mejores alumnos del mes, del curso que le correspondiera.

 
Los partidos de futbol en las Vicentinas donde destacaban Alberto D´Pablo, posteriormente de la selección del Norte, Orlando Contreras, Fernando Matamoros, Hernando Otero y los González (el ¨pollo¨ y ¨lumunba¨); las peleítas para arreglar las diferencias en esa misma cancha de la avenida cero siendo una de las más famosas la de ¨Picho¨ y ¨Zulimo¨, que fue tablas; los partidos de ´basketball´ con compañeros de juego como Jesús Lamk, Luisfer Maldonado, César Contreras, hoy ellos al lado de Dios, que junto con Fernando Morales, José Casanova, Douglas Quintero, Alberto Casanova, Carlos González, Hugo Espinosa, Alvaro Ramírez y yo, liderábamos las contiendas. A la postre algunos pudimos conformar el equipo de ´basketball´ del colegio y darle grandes alegrías a nuestro querido Corsaje, imponiéndonos a los más poderosos de la época como los colegios Salesianos, La Salle y Provincial, y aportamos jugadores al Norte de Santander para darle glorias en los Campeonatos Nacionales.

El despertar amoroso cuando llegó el momento y de repente descubrimos que existían las niñas, y comenzaron las visitas para verlas salir del colegio o a acompañarlas unos al Santo Angel (cuando quedaba en la calle 9 entre avenidas 1ª y 2ª), otros al Santa Teresa y así a otros colegios; la intensa espera durante la semana para ir al cine los domingos generalmente al teatro Zulima o Avenida, donde se proyectaban dos películas, o a bailar en las fiestas cumpleañeras o pagas como la de los Sepúlveda o de las Ortega en El Callejón; los basares y fiestas aniversarios de los colegios. Y así descubrimos muchas otras cosas. Cada año, algunos compañeros se iban y otros llegaban, el tiempo comienza a pasar rápidamente, nos íbamos haciendo cada vez mas importantes en el colegio a medida que pasaban los años, nos conocían más personas a medida que avanzábamos en los cursos, hasta que llegamos a la cúspide, donde prácticamente todo el colegio nos conocía y nosotros conocíamos a muy pocos de tercero hacia abajo, tan solo que fuera un hermanito o primo de un compañero.

No faltaron en el trayecto del tiempo los apodos que identificaban a compañeros, ya fuera por su físico, manera de ser, herencia familiar, similitudes u otro aspecto, que algunas veces fueron motivo de pleitos y disgustos prolongados. Por ejemplo a Picho lo llamamos así porque tenía un gran lunar en la piel de su estómago, a Zulimo porque su hermana era Zulima, a La Cabra porque a sus hermanos los llamaban Chivo, a El Perro porque un perro callejero que llamamos Cacho del parque Mercedes Abrego cada vez que lo veía pasar se le pegaba atrás y lo acompañaba al colegio y hasta la misa llegó a entrar, a Cefalópodo porque tenía su prominente cabeza como un pulpo, y así. Otros motes que recuerdo: Hachita, Culo e´pato, Panela, Vaca, Pantaleto, Cabezón, Pelé, Parca, Primo, Cojo, Bruja, Pollo ronco, Cara e´vieja, Muelón, Armonio, Chicharrón, Loco, Masamorro, Güavita, Azuceno, Golpe de ala, Peito, Lumumba, Katanga, Flaco, Candado, Huevo e´pisca, Carly Chesman, Urich, Cara e'crimen, Bethlemito, Monono, Tirso, Marciano, Yuca, El Burro, Benitín. Espero que este recuerdo no sea causa de un nuevo disgusto.

Llega el momento en que se produce la dispersión. Cual semilla que germina y reparte su siembra, fuimos dispersados a diferentes destinos. Pero la vida da muchas vueltas. Y de pronto en una de esas vueltas en el año 2009 tuvimos la posibilidad de encontrarnos con aquello que habíamos dejado atrás. Estuvimos reunidos casi una treintena de compañeros y la presencia espiritual como testigos de nuestros compañeros idos y maestros fallecidos o no. Para ese momento ya estaban en el seno del Señor 9 queridos compañeros, Jorge Ontiveros (1972), Luis Eduardo Bermúdez (1974), Jesús Lamk (1983), Carlos López (1983), Reinaldo Contreras (1985), César Contreras (1988), Omar Ayala (1991), Isaías Guillermo Toscano (2000) y Luis Fernando Maldonado (2005). Y en el año 2010 se nos adelantó otro, Carlos Alfonso Ojeda, nuestro ¨cefalópodo¨. Por cierto un porcentaje muy alto de fallecidos, que nos ha causado hondo pesar.

Luego hemos continuado unidos mediante reuniones esporádicas y a través de los adelantos de las comunicaciones. Está nuestro Colegio como referencia, con estructura ampliada pero deteriorada en parte, y con distinta dirección, pero el espíritu permanece. Hay que rescatar la Quinta Teresa, nos sugirió Armando Albarracín en ese momento y me hace recordar que en el año 1963, en el lugar donde se oficiaba la misa hubo problemas con el techo de La Quinta por lo que se hizo necesario trasladar el altar al salón de actos y celebrar allí la Santa Misa, pero el viento soplaba muy fuerte y continuamente tumbaba lo del altar y candelabros, por lo que se hizo necesario suspender por unos días la celebración mientras reparaban el techo, y nosotros contentos.

Entre las anécdotas de tantas que hay, unas de las que han causado mayor gracia a nuestro recuerdo fue cuando ¨el primo Quintero, en una de sus tantas e ingeniosas zafadas, leyendo de pie en 6º un párrafo del texto de química orgánica, al encontrarse con un CN tradujo cianuro. El doctor Peñita, alma bendita, siempre tan ecuánime, esa vez no se aguantó, se quitó las gafas y las tiró casi con rabia encima del buró y le dijo: Qué cianuro ni qué cianuro. Eso quiere decir Condiciones Normales!¨. Y otra sobre el mismo personaje fue las que nos recordó Jorge Bohórquez: ¨al día siguiente de la reunión de padres de familia después de los retiros espirituales, el Hno. José Gonzalo en plena clase increpa al primo Quintero sobre la explicación que le había dado a su padre sobre una observación colocada en su Libreta de Calificaciones. Samuel en tono solemne le dice al cura: Hermano, no admito que me ponga en ridículo en frente de mis compañeros. Resulta que la nota escrita al primo decía "Nada correcto" y lo que nuestro amigo de marras le había aclarado a su padre era que en Bucaramanga habíamos tenido la oportunidad de ir a una piscina y que al Titular le había ponderado su estilo de nadar. Que nadaba muy bien¨.

De ese grupo de bachilleres emergieron médicos como Ricardo Beltrán, Douglas Quintero, Carlos Rodríguez, Fabio Calixto, Amílcar Parada, Jorge Uribe, Alfonso Salgar, Omar Ayala; ingenieros como Hugo Espinosa, Alberto D'Pablo, Armando Albarracín, Álvaro Coronel, Jos Leconte, Jorge Bohórquez, Henry Rosas, Guillermo Toscano, Hernando Castro, Fernando Morales, César Contreras, Reinaldo Contreras, Carlos Ojeda y yo; administradores o economistas como Fernando Matamoros (también comentarista deportivo), Chucho Niño, José Moncada, Jorge Téllez, Carlos López, Jaime Marciales; Piloto de Aviación como Luis Eduardo Bermúdez; abogados como Víctor Hugo Ballén, Pachito Serrano, Marco Tulio Calderón, Jesús Ricardo Lamk, Samuel Quintero, Luis Fernando Maldonado; empresarios como Ciro Prato, Eduardo Duarte, Juan Burgos y José Bustamante. Y gente honesta, sencilla y humana como Jaime Palacio y Jorge Ontiveros que anduvieron por el mundo sin conciliar su vida con la de un vagabundo, como escribió Tachuelita en una de sus misivas, sino mas bien luchando con mucha fuerza. No sabemos nada de Celestino Ortiz, Rubén Darío Villamizar, José Delfín Bohórquez Cely y José Rangel.

Estuvimos reunidos con el gran desafío de refrendar esa amistad en lo más noble de su significado. Con toda la simpleza y la inocencia de entonces. Tal vez con la inevitable carga del largo camino andado. Con la serenidad que entregan las canas y la oportunidad de ver lo que no vimos y de decir lo que no dijimos entonces.

Me lleno de emoción el darme cuenta que somos una familia. Que en el fondo no hemos cambiado mucho. Y con ese encuentro apreciamos mejor lo que tuvimos y que ya no volveremos a tener. Pero que nos dejó una herencia perdurable: ! Nuestra Amistad !.

Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

1 comentario:

megaton dijo...

Soy bachiller del CORSAJE, promoción del año 1968; me ha conmovido sobremanera este comentario tan nostálgico, mi nombre es Walter Alvaro Duarte Corona.
Conocí al estupendo narrador deportivo Fernando Matamoros Rincón, (Q.E.P.D), adjunto una nota de prensa.
Venezuela - Estado Táchira - domingo 15 de mayo del 2016
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Partió el “catedrático” Fernando Matamoros
Publicado el: 3 marzo, 2015
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Para el mundo de la radio del Táchira no cesan los momentos aciagos de dolor por la pérdida de sus voces, en estos instantes la nostalgia embarga los corazones de familiares y amigos de Fernando Matamoros Rincón.

Al encuentro con el creador partió el “Catedrático del Comentario”, Fernando Matamoros, hombre nacido en el Norte de Santander, economista y de recorrido radial en estaciones de Colombia, un día decidió radicarse en Táchira entre capacho y San Cristóbal para continuar con su pasión por el comentario deportivo.

Matamoros recordado por sus colegas, compañeros y amigos por sus apuntes y la expresión oral didáctica al instante de comentar un juego de fútbol, una noticia deportiva o detalles de la cotidianidad le recordarán por siempre como un gran amigo y orientador de muchas generaciones de la radio del Táchira.

En su llegada a Venezuela laboró durante años en diversas estaciones de radio, estuvo en Radio Táchira, Ecos del Torbes, Radio Mundial, 105.1 FM y la Televisora del Táchira.

Son muchos los anécdotas y recuerdos que reviven en la memoria de sus compañeros y amigos, entre las más especiales se destaca, su campaña “Una Pizarra Electrónica para el estadio Polideportivo de Pueblo Nuevo”.

Desde el Portal Informativo del Táchira, www.tachiranews.com, a sus familiares y amigos, a su hijo Edwing Matamoros comentarista deportivo, la más sentida palabra de condolencia en este momento de dolor que toca a está familia tachirense que pierde un ser querido, para Fernando Matamoros Rincón, un plegaria para por el eterno descanso de su alma.