domingo, 9 de noviembre de 2008

Ciudadanos en el Siglo XXI


La globalización exige cambios en la formación de los profesionales. Debate, análisis y capacidad propositiva, lineamientos básicos en este proceso.

EN LA formación de los ciudadanos de la actualidad, es notoria la importancia que tiene el conocimiento sobre los asuntos internacionales, y la inmensa responsabilidad política -en el sentido de interacción y apropiación de lo público-, que tiene analizar y comunicar opiniones y apreciaciones sobre la problemática mundial. Ello tiene un efecto trascendental sobre la confianza que pueden sentir los ciudadanos en el diseño, las opciones y la conducción de la política exterior por parte de un gobierno en particular.

Estamos convencidos que este componente básico de la vida institucional de los Estados adquiere mayor solidez y continuidad, especialmente en estos tiempos que denominamos “globalizados”, si los ciudadanos conocen, debaten y se sienten más cercanos a las formulaciones y decisiones que en materia de política exterior adoptan sus gobiernos.

Hoy, mucho más claramente que hace décadas, esas decisiones impactan sobre la vida cotidiana de los ciudadanos en general, y no solamente sobre los actores económicos privados y políticos (clientelas partidistas) que tradicionalmente han creído que la política exterior se diseña para sus intereses. Por ello, se exigen Cancillerías profesionales, ajenas a los trajines electorales y a los compromisos corporativos tanto nacionales como transnacionales, que en medio de los afanes políticos de carácter partidista y electoral para asegurar gobernabilidad, no sacrifiquen la exigencia ciudadana de una política exterior pública. Esta experiencia, sin duda, constituye un gran avance en la cualificación de la participación ciudadana en los asuntos del Estado, que de ninguna forma le resultan ajenos.

Durante los meses transcurridos del año en nuestro país, los colombianos hemos escuchado expresiones y declaraciones encaminadas a representar la proximidad de un futuro inquietante y oscuro. En medio de sentimientos encontrados, desde aquellos alimentados por la esperanza hasta aquellos otros sacudidos por el pesimismo, nuestra agenda social y política no da tregua para el reposo y el sosiego. Vivimos tiempos intensos como colectividad. Tiempos que invitan al análisis y requieren una participación ciudadana elaborada y prospectiva. Ambas condiciones caracterizan la función y responsabilidad de la universidad, espacio social de creación e innovación, cuya razón de ser, finalmente la descubrimos en los egresados portadores de ideas e iniciativas alimentadas y perfeccionadas por todos aquellos que compartimos la confianza en su capacidad para contribuir a la construcción de una sociedad mejor en un mundo sostenible.

La sociedad internacional de los nuevos ciudadanos
¿En cuál mundo se inscribe esta expectativa?. En uno de oportunidades. Las dificultades constituyen eso, y no obstáculos. Por naturaleza, debemos transformarlos en semilleros de creación, y en esa medida, al caracterizar la problemática general que mueve el mundo, gracias al trabajo colectivo y al debate creativo, se proponen alternativas y caminos de solución.

La agenda internacional es por fortuna rica y diversa; todos sus contenidos son de carácter humano, y tienen que ver con la sostenibilidad de la forma de vida social que hemos venido construyendo a lo largo de por lo menos 5.000 años. Somos herederos -y guardianes a la vez- de patrimonios históricos colectivos que nos permiten expresar y ejercer la extraordinaria diversidad y complejidad de la vida humana, con sus contradicciones y conflictos. De hecho, cada vez somos más conscientes que ellos son inherentes a la experiencia humana organizada, y que parte importante de nuestra formación y sociabilidad es convivir y aprender de ellos.

Durante ciertas fases del movimiento de la sociedad internacional, a lo largo de la historia de los últimos 500 años, los Estados, los gobiernos y sus asociados han experimentado los “períodos de transición”, cuya mejor definición es “encrucijada de tiempos, órdenes y valores”, que la mayoría de los analistas y ciudadanos identifican con las “crisis de los órdenes existentes”. En éstas se disputa la materialización de formas nuevas para enfrentar los problemas o la restauración de formas anteriores que creen poseer la fórmula para ello. Son interpretaciones políticas de cómo enfrentar los obstáculos y las dificultades a las que aludía anteriormente, y que en la lógica de nuestra experiencia histórica de civilización, siempre deben apuntar hacia el futuro.

Dichas fases de confrontación no tienen una duración prevista ni determinada; sabemos, por ejemplo, que aquella en donde se forjó la modernidad occidental que nos identifica, duró en una parte del mundo conocido cerca de 400 años mientras que en otros lugares duró más décadas y en otras regiones, finalmente, aún no ha llegado o está experimentando una irrupción traumática.

Nuestra época es de transición, de cambio, de enorme exigencia en la creatividad del análisis, de la formulación de soluciones y de la participación ciudadana que exige la conciencia social y política de que al salir de nuestra transición el mundo será diferente para los nuevos herederos y guardianes, marcado por el imperativo de la gobernabilidad global al servicio y agenciada por el sujeto histórico pleno que llamamos “Humanidad”.

Agenda global y apropiación ciudadana

Mientras esos procesos se desarrollan, desde el Instituto de Estudios Geoestratégicos y Asuntos Políticos de la Universidad Nueva Granada consideramos que algunos de los temas que se enumeran a continuación, son los más representativos que se debaten y controvierten en medio de la transición global. Sus respuestas sentarán las bases de un “nuevo orden planetario” décadas más adelante.

Los ciudadanos deben involucrarse en su conocimiento y debate ya que, como lo demuestran los desajustes financieros que se exportan desde las economías capitalistas más desarrolladas, su solución continúa percibiéndose en función de los centros de poder mundial, al margen de las organizaciones ciudadanas y utilizando los Estados como garantes y protectores, sujetando nuevamente el interés público al privado.
Enumeremos, pues, algunos de los temas que alimentan la agenda global ciudadana:

1. A partir de 2003, después de la invasión estadounidense a Irak, y con mayor intensidad en nuestros días, se ha impuesto el debate sobre la instauración de un mundo multipolar. No es igual que restaurar la vigencia de lo multilateral después del conflicto entre la ONU y el gobierno republicano en Estados Unidos a raíz de Irak. No existe un consenso internacional sobre su conveniencia, incluso sobre su necesidad. En términos de unas relaciones asimétricas, como las actuales, su perspectiva no garantiza la solución de los problemas existentes, ni la convivencia pacífica internacional.

2.Uno de los efectos más visibles y sensibles del fin del orden geopolítico bipolar en 1990 ha sido el debate territorial expresado a través de la implosión de entidades estatales, el impacto por la aparición de Estados frágiles y de Estados fallidos, la emergencia de etno-nacionalismos y la reaparición de agendas limítrofes y fronterizas no resueltas, literalmente “congeladas” durante la época de la llamada Guerra Fría.

3. Tenemos por delante un debate fundamental alrededor de la nueva institucionalidad que debe surgir cuando se encamine la superación de la crisis global. La institucionalidad existente se ha mostrado insuficiente y limitada para interpretar, reflejar y administrar las contradicciones mundiales y las expectativas de miles de millones de seres humanos frente a sus dramas existenciales extremos. Tenemos indicios de los nuevos instrumentos, instituciones y organismos tales como la Organización Mundial del Comercio y el Tribunal Penal Internacional, precarios aún, pero indicios del futuro.

Desde septiembre pasado, las jornadas de la Asamblea General de las Naciones Unidas se vienen caracterizando por las críticas a la ausencia de funcionalidad y representatividad de esta organización, y en particular, el legado nocivo que ha dejado la experiencia del Consejo de Seguridad. Dichas críticas, que exigen una reforma de la ONU –empezando por ese Consejo-, han encontrado mayor eco y acompañamiento político internacional.

4. Una de las más influyentes expresiones y dinámicas de la transición ha sido el cuestionamiento radical a los logros de la modernidad y de la visión antropocéntrica del mundo. La crisis de confianza laica y secular ha cedido el espacio, en varias regiones del mundo, a proponer la restauración de valores y relaciones inspiradas en la devolución de lo “sagrado” a la naturaleza y al retorno al poder de autoridades de origen religioso, y a las fuerzas metafísicas y los destinos metahistóricos como referentes explicativos de la crisis global.

5. l capitalismo ha probado ser la experiencia más revolucionaria en la historia humana, en el sentido de su capacidad transformadora de los órdenes sociales y productivos conocidos antes del siglo XVI y hasta nuestros días. Sus leyes básicas lo condenan a ser revolucionario, y en esa medida, gracias a su igualmente ineludible planetarización, a desempeñar un papel vital en el futuro de la sociedad internacional. La destrucción creadora es una de sus esencias, y una de las fuentes de mayor angustia existencial y penuria para millones de seres humanos. Su expresión más reciente ha sido la denominada “crisis del sistema financiero de modelo estadounidense”.

6. Desde hace poco más de 35 años, la sociedad internacional viene debatiendo sobre el deterioro del medio ambiente, el impacto poblacional sobre los recursos no renovables, la depredación del modelo de desarrollo industrializador y más recientemente, sobre la evidencia o no de un cambio climático, que tendrá efectos irreversibles sobre nuestro concepto de civilización. Algunos de los principales debates emergentes sobre seguridad regional y global se desprenden de esta posibilidad. Más recientemente, por ejemplo, y gracias a la eventual reducción de las capas de hielo en el Artico, la posibilidad de abrir líneas de navegación marítima regulares y permanentes entre Europa, Asia y Norteamérica transformaría las relaciones comerciales y la valoración de las rutas tradicionalmente utilizadas, con sus efectos geoestratégicos correspondientes.

La carrera por suministros energéticos que mantengan el crecimiento de las economías industrializadas tradicionales y las emergentes, está creando tensiones y disputas en áreas proyectadas como estratégicas para esos suministros, así como imponiendo nuevas presiones sobre las economías tradicionalmente exportadoras de materias primas energéticas y de otros recursos minerales hoy reconocidos como estratégicos en la competencia económica, tecnológica y militar global. Ello se ha traducido en crecientes amenazas a ecosistemas y áreas antes ajenas a la exploración y explotación con fines industriales.

7. Una de las transformaciones más visibles y revolucionarias en las formas de organización humana ha sido el ascenso y la proliferación del hecho urbano, la urbanización de los asentamientos humanos y el ascenso de las “ciudades-mundo”. La ciudad constituye un complejo sistema de gestión de los intereses y de las relaciones económicas, sociales y políticas. Su crecimiento en todos los sentidos y la problemática que la caracteriza en nuestros días, ha convertido al hecho urbano en tema de agenda global ciudadana. Entre los problemas que agobian a algunas mega-ciudades, gracias a la concentración poblacional y su carácter productivo, se encuentran el problema del abastecimiento de agua potable, la contaminación ambiental, la precariedad de la vivienda y de la prestación de servicios públicos, el aumento inquietante de la violencia delincuencial y la gestión de lo público.

8. El inicio del siglo XXI, a pesar de la difusión mediática y académica sobre la asociación entre libertad individual, economía capitalista y democracia, enfrenta la crisis de confiabilidad sobre la eficacia de la democracia para solucionar los problemas humanos. Frente al escepticismo y cierta indiferencia en los países más industrializados, medibles en sus respectivos procesos electorales, encontramos la tendencia en los países menos desarrollados o empobrecidos a delegar la solución de los problemas en el aventurerismo político, en las fórmulas autoritarias de carácter civil y la búsqueda de “redentores” y “mesías” en la política nacional respectiva. Los debates sobre democracia representativa y democracia participativa constituyen una de las expresiones de la problemática señalada, así como la irrupción en diferentes partes del mundo de variadas modalidades de “populismo” que nacen en las democracias, pero que terminan debilitándolas y secuestrándolas.

9. Frente a las nuevas amenazas a la seguridad, estamos familiarizados, gracias a su difusión mundial desde el 11 de septiembre de 2001, con el terrorismo como una de ellas. Otro tanto podemos afirmar sobre la valoración existente con respecto al narcotráfico; pero quizás el desafío más importante para la seguridad de los Estados y de los ciudadanos lo constituye la afirmación del crimen organizado transnacional y sus inserciones o alianzas nacionales. Nuestro tiempo se caracteriza, en general, por la experimentación y la búsqueda colectiva de conceptos, acuerdos, instrumentos y arquitecturas regionales que interpreten mejor y más eficazmente, las preocupaciones y necesidades de los Estados y las sociedades frente al creciente sentimiento de fragilidad, vulnerabilidad e inseguridad. Contrariamente a lo afirmado en las declaraciones políticas desde Estados Unidos, el mundo de hoy es un escenario más inseguro y volátil.

10. Al hacer un seguimiento de los presupuestos sobre defensa e investigación de punta con destino militar, vemos con preocupación el resurgimiento de la carrera armamentista. En los países denominados del Norte, las nuevas tecnologías ocupan un espacio notable en su propia valoración de la amenazas y de los recursos para contener, disuadir y confrontar potenciales enemigos y alianzas reconocidas como hostiles. Desde la experiencia de los países asociados con el Sur en las relaciones internacionales, evidenciamos el aumento de las compras de material militar. La violencia internacional es un horizonte que no podemos ignorar. Es la última frontera de las contradicciones y de la crisis de la institucionalidad global, más aún cuando enfrentamos el debate político sobre el impacto de la difusión de las armas nucleares como recurso para resistencias efectivas y como medio de negociación diplomática en el contexto de relaciones desiguales de poder mundial.

11. Finalmente, y sin pretender agotar y restringir la amplia y compleja agenda global de nuestros días, enfrentamos las nuevas perspectivas políticas y tecnológicas del uso de la órbita terrestre y del espacio inmediato que rodea nuestro planeta Tierra, particularmente del sistema solar conocido. ¡Cómo ha cambiado su valoración desde los tiempos del Sputnik, el primer satélite, de origen soviético, y la primera caminata lunar estadounidense!. Hoy encontramos varios países involucrados en la nueva carrera espacial ya sea desde el lanzamiento de satélites, la colonización de la Luna, los proyectos de exploración del planeta Marte y los viajes privados a manera de “turismo espacial”.

Un nuevo símbolo del poder mundial y de la visibilidad influyente en las relaciones internacionales futuras, también pasa por la construcción de infraestructuras y conocimientos que nos lancen literalmente al cosmos. Allí está el nuevo desafío chino y la pérdida del monopolio estadounidense y ruso en esta materia, especialmente en términos militares, así como el despegue de países que incursionan en la aventura satelital comercial y político-militar, tales como Japón, India, Taiwán, Sudáfrica, Israel, Brasil, Colombia, Venezuela, Irán, Malasia, Pakistán y Turquía, cuyos efectos en las contradicciones político-militares y sobre alianzas regionales tendrá una importancia inocultable.

Entre lo urgente y lo importante
Como podemos apreciar, en conclusión, el conocimiento que transmitimos y la trascendencia que podemos alimentar en los jóvenes ciudadanos que incursionan en el ejercicio de sus derechos políticos y de acción en el campo de lo público, encuentra en la apropiación de la dinámica internacional un referente vital para comprender y participar en esta fase histórica de transición en la que estamos inscritos, que resulta muy importante para el futuro de la sociedad global.

No existe una respuesta única para las soluciones que los ciudadanos esperan, y nos movemos en medio de una tensión muy fuerte entre lo urgente y lo importante, entendiendo que lo primero, lo urgente, se expresa en el campo de una gestión pública acosada por la fuerza de la demografía, los desequilibrios sociales y la asimetría internacional, mientras lo segundo, lo importante, descubre en la universidad y en su naturaleza científica, con las nuevas generaciones de ciudadanos que allí crecen y se fortalecen intelectualmente, la reserva creativa ineludiblemente comprometida con la búsqueda de respuestas estructurales a las expresiones transformadoras de la transición global. Armonizar ambas dimensiones es posible e ineludible para avanzar en la búsqueda de respuestas a las necesidades y perspectivas para todos los ciudadanos. Al igual resulta indispensable el diálogo y la creación de escenarios donde se encuentren Universidad, Estado y Empresas Privadas, alimentados por convicciones y servicio ciudadanos.

* Asesor Instituto de Estudios Geoestratégicos y Asuntos Políticos de la Universidad Nueva Granada

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